jueves, 30 de diciembre de 2010

A Ozatlán, relato de Alexander Campos

DiarioCoLatino.com
El Salvador, Jueves 30 de Diciembre de 2010

Trazos Culturales

9/08:45 | A Ozatlán

A Ozatlán, Relato del poeta Alexander Campos.

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Pueblo blanco que estás  reestrenando río…

¡Indiscutiblemente que eres bello…!. Los  recuerdos de niño me llevan a pensar en las noches aquellas, cuando inquieto jugaba en lo estrecho de tus calles colmadas de luceros en los rojos otoños o los grises inviernos, junto a los otros niños cómplices del misterio que colmaba la vida de aciertos, también de desaciertos y vagas ilusiones.

Saludábamos siempre, con gran algarabía, a las personas grandes en edad y estatura, quienes irreversiblemente envejecían con un andar sereno, habiendo conquistado, posiblemente, a medias todos sus ideales, sus afanes, sus dichas, sus plácidos ensueños; lindo pueblo colmado de mariposas cada tarde al entorno de pozas que quedaban después de la tormenta… de la lluvia; pueblo insigne de calles polvorientas y empedradas donde jugaba al fútbol y a las cachanblacas, donde desperdicie mis primeras palabras de romance dichas tal ves a niña equivocada; pueblo de mi infantes y adolescencia, de escuela a cuatro cuadras de mi casa y maestros severamente bondadosos que amparaban su fuerza en la enseñanza; pueblo que a mis instantes de amargura los llenaste de dulce melodía y allí entre los vaivenes de las horas le pusiste canción a mi agonía; pueblo que ya lejano, a instancias recurrentes del  olvido avivas la memoria y me lleno de trino en estas letras para contar lo extraño que me siento tan distante de ti y de tu cultura; pueblo de patrimonio milenario, amparado al maíz, al maicillo y también a la siembra de frijoles; pueblo donde el molar tiene su dueño y las vacas corral y el marrano más que la proporción de su manteca, tiene establo; pueblo estirpe de cerros que cimientan una envidiable y firme geografía, donde al son de sus místicos cantones… de sus barrios aún se oye la voz de tono campesino amarrando la hamaca en los horcones de los ranchos que fueron alumbrados por antiguos mecheros y candiles, sustituidos después por lámparas y focos, que han encarecido todo, todo al paso de las horas y los días; pueblo de pura sangre, elegante, de caminar erguido, surgido de otro pueblo de estrato originario, donde aún se descubren entre sus montes, vestigios de lo antiguo de su arte, que en su afán peregrino fue tomando su forma y su talante; pueblo imperio donde aún la palabra sigue viva, donde abunda el poeta y el cantante, que le escribe a la flor… a las aves… a la persona amada… a la patria que está conmiserada; que le canta al amor, a la tortilla y al refugio de sueños en la almohada. Pueblo de codorniz y de chiltota, de torogoz, pijuyo, zopilote y tortola; pueblo recio, fragante, de alforja , de carreta y de canasta, de yugo y de alborada, que al transcurso del tiempo han sido sustituidos por autos y carteras y recargas; fiel, sigo yo a ti pueblo, a tu historia… a tu semblanza,  intento no olvidar toda tu gloria, todo tu amanecer y tus victorias, tu añoranza; pueblo mío, así yo te recuerdo, cuanto puedo escribir de lo vivido, no olvidar a los viejos que fueron mis vecinos, ni tan poco a los otros que eran niños; pueblo de madrigal y de arboledas, de cuando en vez de eclipses, de granizo, de flores y de piedras, de quebradas resecas en verano y de fuertes corrientes en invierno y de luna plateada en primavera; pueblo de la naranja y del pepeto, de la úcula, el ayote, chipilín, verdolaga; del guineo, del coco y de la caña, del café, el algodón y la fritada, y de árboles de mangos y papayas. Pueblo de El Palmital, por sus palmitos, de El Delirio quizá por sus amores, de La Poza que da vida a las rosas y a los peces, de Las Trancas que se abren complacientes a la vida, de La Punta de Guineo donde se pone en práctica el mayor galanteo entre hombres y mujeres,  y de El Jocote Dulce donde el candor del cielo es más ameno.


Hoy ya no eres lo mismo como te recuerdo, las circunstancias cambian el rumbo de las cosas, otros te pensarán de otra manera y lo que más anhelo es que sea de forma positiva y misteriosa, versátil, impecable, glamorosa, para seguir la senda matinal de las auroras, cantándole a la virgen -tu más cordial patrona- la santa melodía… la alabanza que reposa en este interminable afán por conquistar un puñado de estrellas, que entre su iluminar le nazcan rosas, claveles y magnolias, que posaremos a sus pies como una ofrenda, para que aromatice a cada ciudadano con su milagro-aroma, y así construir el triunfo que reviva los sueños de acuerdo a la mirada que se tenga del mundo y de todas la historia que lo envuelve y de paso atesora. Excelso pueblo blanco bañado por un río milagroso, que volvió a resonar después de tantos años de mantenerse ausente y que trae consigo una nueva esperanza… un nuevo brillo para aliviar la sed de la ignorancia y encontrar el camino que enseñe que la vida no se acaba, que está ceñida a Dios en su vital confianza; pueblo del alboroto y la chancaca, del dulce de panela y de la caña, de la melancolía y la añoranza, del pan francés, del verso y la albahaca; pueblo del grupo musical de Los Halcones, convertido después en Tiburones, del legendario club de Las Térmopilas, contendiente eternal del Espartano, después del Ozatleco, del Cosmos y de La calle, que están en la memoria tan amenos… tan frescos, tan ufanos, tan cordiales…, gentiles reviven el recuerdo de su encomiable historia. Pueblo de codornices y zanates, de gallos y gallinas, de perros callejeros que aún deambulan sin dueños por las calles; hermoso pueblo mío cuanto te amo, que con fiel devoción y noble orgullo he llevado tu nombre hasta el confín del mundo, allí donde he llegado con mi pensar… mi canto. Pueblo de don Marcial y del moreno, de la chata Orbelina y don Ruperto, de Napo, el panadero y Los Murillos, de don Miguel melcocha y de don Chendo, de don Alonso Ayala, de don Eligio Gómez, de Nicolás Martínez, de don Pedro Jiménez y Toñito el cartero, de don Enrique Cuadra y Juan recuerdo; pueblo de la Andrellona y la Donata, Juana (la rezadora) y La Ciriaca, de don Julio Medrano, Amadeo Cedillos, don Eduardo Martínez, don Florentín Segovia, poporopo, Juan chucha y de la Menche loca; de Chungo, el rezador, de Mario Monje, Camurra y Dagoberto, la Ester López, el capi y calabaza. Así dejo plasmado en estas letras mi legado para que se conozca un breve trozo de tu historia, pues pueblo sin historia es pueblo muerto.
 
Es mi deseo entonces, expresar en detalle mi sentida añoranza, respetar la existencia de los seres pioneros, apartarme de todos los que ensucian su conciencia y su alma y dar por concluida esta historia de pueblo surgida desde el centro de la entraña de su tierra, que es mi tierra adorada,  para dejar constancia de todo lo que un ser humano es capaz de escribir… de contar, desde su nacimiento, hasta su adolescencia y de su adolescencia a su adultez, visionando el futuro en la ensenada, dispuesto siempre a expandir su grito milenario de batalla: ¡Adelante Ozatlecos, vamos todos a matar el olvido de la historia y a revivir la luz  de la memoria!


 











Alexander Campos
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