viernes, 29 de marzo de 2013

Monseñor José Luis Escobar Alas y el Poeta Alexander Campos.




Monseñor José Luis Escobar Alas, Arzobispo de El Salvador, Junto al Poeta Salvadoreño Alexander Campos, el encuentro se efectúo en el Arzobispado de San Salvador, con el propósito de conversar sobre temas de interés artístico-cultural y su incidencia e impacto en la sociedad Salvadoreña.  

Alexander Campos, en el Paseo El Carmen


Poeta Salvadoreño en el Paseo El Carmen, Santa Tecla, La Libertad. El Salvador.Marzo 2013.

David Hans Scheidegger y Alexander Campos.

Encuentro de David con Alexander en el mes de febrero de 2013, en ocasión de la llegada del primero desde Suiza a El Salvador. David ha traducido al idioma alemán parte de la obra del poeta Alexander Campos.

sábado, 2 de marzo de 2013

Alexander Campos en Trazos Culturales, Diario CoLatino


DiarioCoLatino.com

El Salvador, lunes 25 de Febrero de 2013

  

Poeta Alexander Campos

Mi Credo

Inequívoco creo en un Dios divinamente limpio, puro, santificado, generoso y fragante; perfumado en esencias de azaleas, de nardos y magnolias, cortadas del edén de la verde esperanza. Pero no creo en ese dios que nos venden cercano al tecnicismo y a los malditos dogmas; al que le hacen rituales en actos pestilentes con olores a muertos en presencia de altares pomposos y brillantes que distancian la fe y lo divino y destruyen el verbo del amor o el honor por el vándalo diezmo; no creo en ese dios de hincarse y persignarse, ese que a cada instante, en plenos simbolismos, le carcomen el cuerpo y le chupan la sangre de acuerdo a un protocolo desgastante, en medio de arco iris y vitrales, de vistosas, pero hediondas sotanas impregnadas de incienso, o carísimos trajes, totalmente alejados de las básicas normas de lo sobrio, lo digno y lo sencillo, que indudable o sin dudas es el deseo del Cristo que se anida en el alma de la figura humana.

Yo creo en ese Dios que va cada mañana a posarse sobre el ramaje inmenso del árbol de la vida, revestido de sueños, cual gaviota o cenzontle, que surcan el espacio con las alas abiertas al destino y por sabio principio, incluyente de los nobles ideales, y trae de comer a sus polluelos, para que puedan ellos también multiplicarse con el andar del tiempo. Pero se me hace absurdo creer en ese dios irónico de ofrenda, al que aun sobre lo vil de la pobreza o sobre mutilante enfermedad hay que brindarle pleitesía o paga, para seguir nutriendo a los infames seres, los de la baticueva, que en la historia de la vida han generado escándalos de sexo y corrupción, y por supuesto seguirle manteniendo al infinito numen de imberbes comensales, y continuar el lujo del sin par modelaje de trajes, de kipá o de birretes, de anillos y cadenas y bastones que cargan con la culpa del pecado histórico, eternal, burdo y lejano del encuentro cordial entre hermano y hermano.


Por otro lado creo, y es que debo creer en un Dios más devoto, más del pueblo y misericordioso, sin formulas secretas, sin códigos extraños,  sin monumentos toscos, ese que vigoriza toda expresión conciente que nace entre los seres, y se hace placentero para el cuerpo y el alma, ese que con afecto unge la testa, los pies, el corazón, las manos, el cabello y la espalda del que sufre una o más penas; el que nos llena siempre de amparo, de nobles sensaciones y nos cobija siempre cuando se acerca el frío de la negra tormenta y neutraliza todos los deseos perversos de las fiestas paganas.


Más no creo en el dios de minúsculo empeño, ese que manipula y deteriora la escala de valores, ese que mal intencionado utiliza a las masas y la conduce al centro del inquino desorden, ese que huele a rancio, colgado de la cruz en una iglesia y que le llaman santo, pero no pasa de ser de bronce, o de hierro forjado o de madera, el dios martirizado que provoca tormento y una infernal tristeza, ese que sigue atado o se encuentra clavado de los pies y las manos, con el rostro partido… ensangrentado, y la mirada yerta, como hundido en la pena y el fracaso,  torcido de su tronco, maltratados sus pies y sus rodillas, sus piernas, su cabeza y su costado, como implorando misericordia…amparo, generando una lastima enorme de incesantes rarezas; no creo en ese dios de la goleta, al que un grupo dis que privilegiado le elige en el concilio un sucesor con señales de humo, nacidas de locuaces fumarolas, por que debo decir que yo presiento que ese hombre no representa a cristo, por que el cristo que nace  de la iglesia me mira aun con la cruz a cuestas, como me lo impusieron desde niño, cuando yo sin saberlo, me asombraba ese drama y hacia menos tierna mi inocencia.

Creo en el Dios que es padre, hijo, amigo y hermano, ese que sabe a trigo en la alborea, el que va en el sabor de las colmenas, como miel destilada, y que baja a los campos a labrar con sus callosas manos la prometida tierra y saca la ilusión hecha semilla desde la vigorosa entraña y nos hace apreciar su fiel palabra difundida hacia el mundo por la luz eternal de la ensenada. Yo creo en este Dios que va en el viento, en la lluvia, en la luna y el lucero y no en el que se apolilla entre un crimen horrendo cercano a los conventos o en el salón trivial de un  muy bien decorado, pero tedioso, y quizá más que tedioso horrible y mal llamado templo.  

Creo en el Dios que toca la mejilla del que ríe o que llora, no en el que busca atarse a las monedas, no creo en ese dios que nos margina por el lujo o el lucro voraz de las iglesias, sin reportar siquiera cual es su devoción, no creo en ese dios que nos domina y nos pone a sufrir la penitencia, ese que nos obliga y nos sujeta a quedarnos callados en la escena en que nos toca actuar y relatar la vida y toda su armonía; ese que desde arriba nos ve con desconfianza y nos increpa y nos llama corderos, más bien dicho borregos cuando así lo desea y nos roba la piel y las ideas, ese que no nos hizo a su fiel semejanza ni tan poco a su altura y que menos nos deja acariciarlo para aspirar su bálsamo de paz cuando hay desilusión, tristeza y mansedumbre por la amarga pobreza.

Creo en el Dios que no me ve de menos y que lleva en sus hombros la preciosa presencia de mi estampa, moldeada con sus manos de gentil alfarero o dibuja sobre su bastidor un cuadro al óleo como lo hace el más digno pintor que es un mecenas; el que me hace beber cuando sed tengo y me da de comer cuando hambre arrastro, por supuesto poniendo todo mi sensato  talento. No creo en ese dios que me flagela, el que debo golpearme al pronunciar su nombre, ese que me arrebata lo que tanto me cuesta o me deja tirado si no tengo que darle, ese no es el dios que fluye en mi conciencia, ese no es el dios en el que creo, por que no pasó de ser carne y olvidó lo divino que es ser verbo.

Creo en el Dios de siempre, el que me deja ver más allá de la luz de las estrellas, ese que me permite galopar por los acantilados y las verdes estepas y pone el manantial a mi disposición para que beba en el más cruel desierto, el Dios que me faculta ir conquistando el mundo cada día y descubrir lo azul de mi infinita idea; el que llena de gozo mi existencia y me deja correr por las ciudades y bajar sin desastre a las aldeas o encontrarme entre medio de los mares o el gentil espacio mirando el universo, ese Dios que me impulsa a enseñar cada mañana sin miserias humanas, sin distinguir colores, lenguas o vestimentas. No creo en ese dios de la corona revestida de piedras preciosas o bordada de plata o el que tiene clavadas las espinas al perfil de sus sienes; no puedo comulgar con los altares, con pulpitos e inciensos o con lobos que aúllan vestidos de corderos, no puedo yo sentirme tan ingenuo ante tremendo enclave, por la ley natural de ser como se dice, ser con razón, un ser grandilocuente, un ser de lógica y por ende un ser emocional, pero pensante.

Creo en el Dios eterno, diferente, al que sin reflexión cree la gente, ese que no lastima, ese que no castiga, ese que no permite que nadie se flagele, que por ende no mata, ese que está presente en cada acción propositiva, el que me hace expresar sabias palabras de semejanza estrecha a sus parábolas. Creo en el Dios de veras que se dice mi amigo, mi padre o mi maestro, al que veo en mis sueños compasivo y sonriente por todo lo que emprendo en esta forma espiritual y humana, cercano a la enseñanza surgida de su voz como flamante estela que alumbra el azul horizonte y lo blanco del alma.

Creo en el Dios que trae entre sus manos la espada para cortar el hilo que ata a los seres humanos a la cruel ignorancia; creo en el Dios que es fuego y purifica las ánimas mundanas, y creo, sin duda alguna creo, en el Dios que me faculta mirar con mis ideas la tozudez de millones, de miles de cientos de seres que trajinan por el mundo y se creen devotos por que dan una ofrenda que vale un poco más o un poco menos de su cruel avaricia, al final que más da si es su infame miseria, y van a la capilla y se flagelan, y al salir del sermón otra vez vuelven a tropezar con el pecado, regresan nuevamente en busca del perdón por la bestial ofensa, exclamada con ira o con injuria, sobre el ser al que llaman, o vecino o hermano; sin pensar que un hermano es un concepto demasiado sublime, es una frase digna, no se puede decir si no se siente, no se puede expresar si no se vive, no se puede ofrecer si no se cumple, como lo mandó Dios con su sabia, inmensa e incuestionable palabra que dirige y sustenta.  

Por esto creo en Dios, en un Dios vivo, no en el dios que en monótona historia ya está  muerto. En un Dios que galopa por las sendas alturas del espacio, pero que deja huella en el camino con la sin par firmeza de sus pasos que remarcan su andar y su vital presencia.

Espiritual soy yo, de carne y hueso, hecho también de polvo, de luz, de agua, de fuego y de granito, hermano de la rosa y del lucero, creyente de la paz y del consuelo, con un Cristo creciente aquí en el pecho; con un Dios presencial, digno… leal… valiente, que sabe perdonar siempre de frente, nunca entre la congoja de una imagen de un ser que retorcido posa en un madero como el más vil tirano deshonrado e inocuo que hay que tenerle lastima, angustiante temor o extremo miedo.

Creo, como ya lo he expresado, en el Dios que es manantial de agua entre la sed, luz en la oscuridad de la ignorancia, cobijo en la miseria de lo innoble, idea en lo tortuoso del vejamen, fortaleza en lo imberbe de lo frágil, temple en el desamparo y fe en la adversidad; en ese creo yo, en el Dios de la lucha y el rescate, en el Dios de la fuerza y el debate, y en el que me hace ser, ser un juez de mi propia opinión, de mi acción y mi propio rescate, amparado en su luz eternal, no en sus rituales. 

Alexander Campos

domingo, 10 de febrero de 2013

Poeta Salvadoreño Alexander Campos, junto al Poeta Nicaraguense Ernesto Cardenal.




El encuentro entre estos dos escritores se suscito en el evento de Poetas Por La Tierra, patrocinado por la alcaldía de Santa Tecla, en el año 2010.

Poeta Alexander Campos, funcionaria de la biblioteca nacional de El Salvador, Novelista Y Poeta Manlio Argueta y el Prominente Escritor Doctor David Escobar Galindo.



Evento realizado en la biblioteca de El Salvador en conmemoración de los 20 años de la firma de los acuerdos de paz, donde el Doctor Escobar Galindo, fue el principal exponente.

Poeta Alexander Campos, Junto al Novelista Manlio Argueta.


Alexander Campos y Manlio Argueta, en una actividad cultural promovida por la biblioteca nacional de El Salvador.

Poetas Salvadoreños Alexander Campos y Mario Noél Rodriguez.


Alexander Campos y Mario Noél Rodriguez, compartiendo un instante de sus vidas y de su maravillosa amistad, en un evento realizado en la biblioteca nacional de El Salvador, Mario Noél es sin duda un refinado poeta salvadoreño.

Poeta Salvadoreño Alexander Campos, en la cadena internacional de televisión Telemundo.


Alexander Campos, en el set de noticias con sus amigos presentadores de la cadena internacional de televisión Telemundo, en la ciudad de Houston, Tx. USA.

Alexander Campos, con alumnos del C.E. de la ciudad de Yucuaiquín, La Unión.



Recital realizado en la ciudad de Yucuaiquín, departamento de La Unión, en el año 2012, por el Poeta Alexander Campos, con estudiantes del Complejo Educativo de dicha ciudad.

Alexander Campos, con amigos españoles.



Alexander Campos, en casa con sus amigos de origen español Jordi Moreno y Jéssica Baget.

Alexander Campos, Poeta en entrevista televisiva en canal 8 AGAPE TV.



Imagen de entrevista Televisiva realizada al Poeta Alexander Campos, en canal 8 de la televisión salvadoreña.

Poeta Alexander Campos, en la ciudad de Matagalpa, República de Nicaragua.



Poeta Alexander Campos, Frente al monumento de Miguel Ángel Asturias.



Alexander Campos en el paseo La Reforma de la ciudad de Guatemala, posando frente al monumento del escritor Miguel Ángel Asturias.

sábado, 2 de febrero de 2013

Poetas Salvadoreños Alexander Campos y Tirso Canales.

Encuentro de poetas salvadoreños de diferentes generaciones Alexander Campos y el Maestro Tirso Canales, ambos con una extraordinaria trayectoria artística cultural. El primero a parte de escritor también es productor musical y conferenciante a escala nacional e internacional; el Maestro Tirso Canales, miembro de la legendaria Generación Comprometida y hacedor permanente de valores culturales desde la tierra Cuscatleca para el mundo.